domingo, 17 de mayo de 2009

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Del latín Homunculus (hombre pequeño), el término no refiere a un sujeto de escasa estatura sino a un humanoide en miniatura que los alquimistas afirmaban poder crearlo a partir de la manipulación de materia inerte.

Paracelso habría usado el término por primera vez. Afirmaba así haber creado un falso ser humano de unos 30 centímetros de alto, mediante la combinación de esperma, huesos, trozos de piel y pelo de algún animal. Esta mezcla, enterrada y abonada con estiercol de caballo durante cuarenta días, permitiría el crecimiento de embrión.

Otras recetas de los alquimistas medievales para fabricar un homúnculo, eran recoger una raíz de mandrágora y alimentarla con miel, sangre y leche hasta que cobrara vida o tomar un huevo de una gallina negra, hacerle un pequeño agujero en la cáscara y reemplazar una sección de clara por espera humano, luego sella la abertura con pergamino virgen y enterrar el huevo abonándolo con estiercol en el primer día del ciclo lunar de marzo, luego de treinta días, nacería del huevo un ser humano minúsculo.

El homúnculo, cualquiera fuera el método por el cual hubiera sido gestado, sería tras su nacimiento, incondicional de su creador, lo protegería y lo cuidaría de todo peligro.

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